MANOLO FABREGAS

Publicado el 18 de enero de 2025

MANOLO FABREGAS

Manolo nació y creció en el seno de una familia de actores que empieza con su señora abuela, la actriz Doña Virginia Fábregas (17 de septiembre 1871 - 17 de noviembre 1950), quien llegó a producir las obras en las que actuaba.  Era muy perfeccionista y se preocupaba por realizar producciones con la mayor calidad, y traer las escenografías y los vestuarios de Francia o Italia.  Con este ejemplo en casa, era lógico que Manolo deseara continuar la tarea y producir algún día teatro del más alto nivel artístico.  No le fue fácil al principio, ya que sus ingresaos como actor o como maestro de ceremonias en los cabarets Sans SouciEl Patio no alcanzaban para tanto.  En esa época, a fines de los años 40, tampoco había muchos teatros en la ciudad de México.  Eran solo tres o cuatro y sin ninguna continuidad en su programación: una temporada corta, luego el teatro cerrado, pasaba mucho tiempo hasta la siguiente.

En abril de 1948, la noche del Sábado de Gloria, Andrea Palma inició una temporada con La Dama de las Camelias en el hermoso Teatro Virginia Fábregas de las calles de Donceles.  Presentó varias obras y Manolo intervino en la mayoría de ellas durante algunas semanas.  En ese año sólo hacia cine y radio en la XEW donde cantaba con un quinteto que formaron él, Gustavo Rojo y las hermanas Julián.  Pero en lo que más le gustaba que era el teatro, no había mucho trabajo.

En octubre de ese mismo año, se fue a España como galán joven de la compañía que formó Don Luis G. Basurto para que Doña Virginia se despidiera del público español. También iban Andrea Palma, Virginia Manzano, Miguel Ángel Ferriz, Matilde Palou, Jorge Sánchez Navarro, Manuel Sánchez Navarro y Elodia Hernández.  La compañía regresó a México después de 7 meses, pero Manolo se quedó por más tiempo y formó su compañía con actores españoles con los que hizo una gira por muchas ciudades de la península. Durante esta época, también trabajó en tres películas: De mujer a mujer, con Amparo Rivelles, Llegada la Noche, con Adriana Benett; y La noche del sábado, con Maria Félix.  Todo este trabajo retuvo a Manolo en España hasta julio de 1950.  El estaba contento: era bien considerado en su trabajo, tenía muchos amigos y estaba soltero. Tuvo que volver a México porque Doña Virginia sufrió un accidente en su casa y fue necesario hospitalizarla.


Manolo pensaba siempre en regresar a España, ya que tenía ofertas de trabajo, pero su abuela se agravó y él no quiso separarse de su lado. Cambió de planes y se quedó en México decidiendo, entonces, invertir sus ahorros de casi dos años de trabajar en España en la producción de lo que sería su primera obra: Celos del aire, en el Teatro Ideal de la calle de Dolores.


Estrenó el 2 de noviembre de 1950 y ese mismo mes, el día 17, murió Doña Virginia Fábregas. Esto fue un gran golpe para Manolo, quien tuvo que pasar por la terrible experiencia de enterrar a un ser tan querido, y por la tarde hacer las funciones sobreponiéndose a su dolor. Desde entonces Doña Virginia yace en la Rotonda de los Hombres Ilustres en el Panteón de Dolores.

Celos del aire era una linda obra y Manolo hizo una producción muy generosa, la cual suscitó comentarios de admiración. Para ella contrató a la que consideraba la mejor actriz, Carmen Montejo; a Silvia Pinal, una dama joven muy bella y talentosa; a Carlos Cores, un galán argentino que estaba en su mejor momento de éxito; a Don Arturo Soto Rangel, actor de carácter y buenísimo; a Pilar Mata, cubana, señora de talento y gran presencia, ya Jesús Valero, actor dúctil y estupendo para la comedia.  Manolo también actuaba en la obra.  El mejor director de comedia de teatro y cine era Julián Soler, él la dirigió, y el estupendo escenógrafo, Don Julio Prieto, hizo la escenografía.


Celos del aire se ensayó con mucho entusiasmo. La prensa hablaba mucho de ella y apoyó el debut de Manolo como productor de teatro.


La noche del estreno yo estaba muy emocionada, ya que mi novio era el actor y productor.  Se invitó a los amigos de los actores, a los nuestros, ya los críticos que podían asistir a cualquiera de las dos funciones (ni ese día se dejó de hacer dos). En ninguna de ellas se llenó el teatro, quizás media sala en cada una, no estoy segura.


Me dio pena, tanto ensayo hasta tan tarde, tantos nervios para estrenar para aquellos críticos tan tristes y solemnes, la mayoría de edad respetable, que hacían el favor de reírse un poco.  El público reconocía la comedia como lo que era: graciosa, divertida y bien hecha.


En aquella época, en los teatros de comedia se acostumbraba tener en el vestíbulo un conjunto de tres o cuatro músicos vestidos de negro con un piano, un violín y un bajo, que al principio y en los intermedios tocaban música española o clásica.
 

Después de las dos funciones de estreno, los actores, que se encontraban cansados pero excitados, fueron invitados por la Sra. Julieta Soler, querida comadre nuestra y gran anfitriona, para agasajar .a la compañía que había dirigido su marido.
 

La comedia gustó al público y la crítica la trató bien. Manolo y todos los actores de su compañía se sentían felices cuando se asomaban detrás de la cortina y veían que había cinco o seis filas de público.  Los domingos, que era cuando más audiencia tenían, eran muy cansados: se hacían tres funciones y no se descansaba los lunes.


Manolo tuvo el apoyo de algunos amigos que deseaban que su primera obra fuera un éxito, ya que sabían de su gran esfuerzo.  Así, nuestro muy querido amigo Gregorio Walerstein, productor de cine, en los periódicos dominicales en un gran espacio lo felicitó por el estreno de la obra.  De esa manera reforzaba el anuncio de la cartelera.  Desde entonces lo hizo cada vez que Manolo estrenó una obra.


También lo apoyó un hermoso personaje, amigo y admirador de Doña Virginia, el Licenciado Don Aquiles Elorduy.  Era un señor mayor y Manolo y yo lo queríamos como si fuera algo nuestro.  Fue maestro de la Universidad de México y entre sus ex alumnos se contaba el entonces Presidente de México, el Lic. Miguel Alemán Valdés y algunos de los Ministros del Gabinete.  Don Aquiles llevaba a su familia y amigos todos los domingos a la primera función de toda la temporada.


Antes de terminar la segunda semana después del estreno de Celos del Aire, Manolo comenzó a ensayar la siguiente comedia, Sexteto, de Ladislao Fodor. En esta obra debutó en teatro Rita Macedo. Sexteto fue la primera obra que Manolo dirigió y lo hizo con gran sentido de la comedia.


A la semana de haberse estrenado una obra, al final de la última función, a media noche, se empezaba a ensayar la siguiente.  Esto, por muy joven que se fuera, era muy pesado, además de la responsabilidad de la producción, dirigir y actuar.  Esta temporada heroica duró más de seis meses y con tantas y tantas experiencias de siete o más obras, casi todas dirigidas por él, Manolo quedo sin dinero pero muy fortalecido. Yo creo que durante esta época se empieza a modelar en él, el "Hombre Teatro", como hoy tan dignamente se le llama.


Al principio hubiera sido más fácil que alguien produjera sus obras pero, si ahora hay tan pocos productores y empresarios, imagínense entonces.


Antes de irse a España, él se preocupaba por pasarla bien, vestirse bien (siempre le gustó), comer bien, componer música y letras con su amigo el gran compositor Mario Ruiz Armengol, charlar con los amigos en el Hotel Regis, en el Restaurant Tampico. El hipódromo, el frontón: vivía la bohemia del México de entonces, puedo decirles que Manolo era y es un gran bohemio, pero tuvo que renunciar a esto para dedicarse de tiempo completo a buscar obras de teatro, contratar actores, proyectar escenografías, aprovechar siempre algo de las obras anteriores sin desperdiciar nada, aprender a tener mucho valor y constancia para realizar sus proyectos y generar, de esta manera, fuentes de trabajo y conservarlas. Sólo con ese gran amor a su profesión logró tener la satisfacción de seguir, a sus 29 años, con la tradición familiar: actuar y producir teatro.


Al terminar su temporada en el Teatro Ideal en julio de 1951, Manolo forma una compañía y se va a Monterrey al Teatro México, con el repertorio anterior y algunas obras más.  Nos casamos unas semanas antes y aprovechamos esa gira para nuestra luna de miel. Hacía un calor terrible.  Atrás del teatro había una arena de box al aire libre, que trabajaba los fines de semana, y durante nuestras funciones en los momentos menos oportunos para la comedia, se escuchaba del otro lado del muro el clásico anuncio de: "-en esta esquina con tantos kilos. ..!"  Pero a Manolo nada le importaba, todo se superaba.  El éxito estaba ahí, y él, lleno de entusiasmo y con la amistad de los actores, como Carmelita Molina, Luis Beristaín y Lolita. Fue una buena experiencia, y el principio de sus giras a Monterrey, desde entonces el público recibe a Manolo con amistad y cariño, y él les corresponde llevándole su trabajo con todo respeto y honestidad, ya que lo considera un gran conocedor. Por algún tiempo Manolo no hizo teatro.  En 1952 se convirtió en pionero de la TV con un programa dominical: La Telecomedia de Manolo Fábregas, en la que dirigió y actuó más de tres años presentando una obra de teatro diferente cada domingo, ensayada, memorizada y al aire, con estupendos actores que hicieron al lado de Manolo un repertorio de teatro universal extraordinario. . .
 

Durante el tiempo que Manolo estuvo dedicado a la televisión no tuvo tiempo de extrañar el teatro, el trabajo era intenso.


Pero un gran amigo que era como de la familia, el productor de cine Oscar Dancigers, le pidió que se asociara con él para actuar y dirigir la comedia Siete años de comezón. A pesar de lo ocupado que estaba, la idea le entusiasmo y era imposible decirle al amigo que no.  Manolo se ocupaba de la producción, la dirección, etc., y Oscar de la administración, lo que le dejaba más tiempo para dedicarse a la comedia.  La actuó y dirigió con mucho éxito de público y de crítica durante algunos meses en el Teatro 5 de diciembre, que es el auditorio de un sindicato.  El éxito fue tal que en cada función se ponían sillas adicionales en los pasillos para los espectadores.


Don José Maria Dávila, dueño del Teatro de los Insurgentes, le pidió a Antonio Vudú, amigo de ambos, que lo presentara con Manolo, para proponerle que se hiciera cargo de su teatro.  Manolo quedó encantado con la personalidad del Sr. Dávila y surgió una buena amistad entre ellos.  El Sr. Dávila le propuso a Manolo su teatro por poca renta.  Poca para él, mucha para Manolo.  Era de pensarse.  Ahora, el Insurgentes está en la mente de todos porque ya resulta céntrico y está acreditado, pero en aquel entonces estaba "lejos del DF y cerca de Cuernavaca".  Poniendo todo el valor de que es capaz, acepté la propuesta, no tenía suficiente capital para producir una obra para tan importante teatro, pero sí tenía amigos, y uno de
nuestro querido Abel Salazar, le avaló un préstamo bancario cantidad de $50,000.00.  Siempre le agradecerá a Abel la buena mano que tuvo.

Se inicio la temporada con el estreno de Testigo de cargo, una estupenda de Agatha Christie.  Le pedía Manolo que me dejara organizar el debut como sabía que se hacía en países de tradición teatral: con un programa de lujo, invitando, lógicamente, a los críticos de teatro, pero también a los columnistas de sociales, amigos, actores, intelectuales, en fin, gente de prestigio que engalanara esa noche de estreno. Fue un éxito rotundo. Nunca se había visto a tantas personalidades en un estreno de teatro, ya que no se acostumbraba organizarlos así. De ahí en adelante, la gente asistió a cada estreno de Manolo al Insurgentes ya los demás teatros, ya que se siguió el mismo sistema hasta el día de hoy.


La temporada fue más allá de lo esperado y Manolo siguió ahí durante cinco años y medio. Hizo muchas obras para toda la familia, y así formó el público leal que lo ha seguido durante todos estos años.  La familia Dávila es parte de nuestros amigos y recordamos la confianza que Don Chema tuvo en Manolo al ofrecerle su teatro, el cual tiene en el mezzanine enmarcados los programas de las obras por él ahí representadas.


Pocos actores han tenido la oportunidad de hacer en toda su carrera, tantas obras como las que Manolo actuó, produjo y dirigió en esa temporada, la cual recordará siempre con cariño y mucho agradecimiento. El Teatro Insurgentes forma parte de la vida de Manolo.


En 1958, Roberto Lerner lo invitó a trabajar aportando actuación y dirección en la obra Mi bella dama. A Manolo le fascinó la idea de actuar y cantar en esa comedia musical. Como es un hombre de suerte, le tocó en su vida artística esta bellísima comedia. El estreno mundial en español fue en la ciudad de Monterrey.  El aplauso que le dieron a Manolo al final de la función fue tan largo, que si les cuento van a creer que exagero.  Luego a Guadalajara.  El debut en México fue en el Palacio de Bellas Artes y rompió todos los records de entradas de espectáculo teatral hasta esa fecha.  Fue tal el éxito que siguió en el Teatro Esperanza Iris, ahora "Teatro de la Ciudad".  Roberto Lerner, sus socios americanos y Manolo con su porcentaje, perdieron hasta el último centavo de la inversión, a pesar del éxito tan espectacular que fue Mi bella dama. Entonces, casi no se hacía comedia musical en México, y era imposible hacerla con el precio del boleto a $12.00 (doce pesos), que era lo máximo que se podía cobrar.


En 1961 , Manolo decidió que quería hacer una gira por Latinoamérica llevando una compañía de actores profesionales y conocidos, con su repertorio de teatro ya hecho. La empresa era muy riesgosa y muy cara, ya que todo dependía de él económicamente.  Teníamos una propiedad y decidió arriesgarla.  Si le iba mal, procuraría perder solamente lo que valía.  A mí me pareció justo.  Afortunadamente pudimos conservarla durante más tiempo.

Recorrió diez países de Centro y Sudamérica, y algunos tuvo que visitarlos por segunda vez, dado el éxito.  Estuvo reconocido como: "El gran Embajador del teatro de México", así lo decían los periódicos que conservan todos los que fueron a la gira.  Fue recibido por casi todos los presidentes de esos países y en la mayoría de sus debuts se contó con la presencia de ellos, sus gabinetes y el cuerpo  diplomático.  Nuestros embajadores en esos países se sentían orgullosos del material teatral que Manolo mostraba con tan magnifica compañía.

En ese tiempo, en México hubo actores que anunciaron giras por América Latina, semejantes a la que estaba haciendo Manolo.  Desde luego no se hicieron james, ni se han hecho.  Para eso hay que tener el romanticismo que él tiene, el espíritu de lucha, el orgullo de saber que se está trabajando para bien de México en el extranjero, el aceptar que lo que se tiene, si se pierde, como es material se va recuperar si se sigue en esto, y si no, no importa: antes que nada está la satisfacción de hacerlo.


Al regresar a México, después de un año de gira con un repertorio   de teatro consolidado, continuó básicamente con la misma compañía por toda la República.


En 1963 hizo en la Sala Chopin de la calle de Puebla, una larga temporada que empezó con Vamos a contar mentiras, de Alfonso Paso. Fue exitosa y se montaron ahí obras que podía ver toda la familia. Sin embargo, a pesar de que la temporada tuvo éxito recuerdo que teníamos un precioso terreno en una esquina de Ciudad Satélite, y en algún momento de alguna temporada que iba mal, el terreno sirvió para pagar la renta al Sr. Tarsicio Zañudo, que tenía a su cargo la Sala Chopin.  En 1964 también tomó el Teatro Esperanza Iris, e hizo otra temporada con actores que se dedicaban a la comedia o a la farsa.


En el mismo año produjo en Buenos Aires, Argentina, la obra Divorciémonos. Contrató a Mirtha Legrand para el papel que aquí interpretó  Silvia Pinal e hizo una producción muy bella en el Teatro Odeón.  La obra no interesó, pero él tuvo éxito de crítica como actor.


Decidió "sacarse la espina" con la obra Todos los días amor y actuarla con sus amigos, las primeras figuras de ese país, José Cibrión Ana María Campoy y Susana Freire.  Esto ya fue mejor y se quedó más tiempo en Buenos Aires en el mismo Teatro Odeón.


El 18 de febrero de 1965, se realizó el "sueño imposible" del actor inaugurar su propio teatro, el Manolo Fábregas en la calle de Serapio Rendón #15, con la obra Cualquier miércoles.  El reparto una vez más, fue inmejorable: Don Fernando Soler, Silvia Pinal, Marilú Elizaga y el mismo Manolo.  Este teatro se llamaba Nuevo Teatro Ideal, ya que fue construido para suplir el de la calle de Dolores.  Manolo lo compró y tuvo que hacerle mucho trabajo de remodelación, ya que era teatro de revista y lo adaptó para dejarlo en condiciones de presentar comedia.


La inauguración fue una hermosa noche, con la presencia de la Sra. Guadalupe Borja de Díaz Ordaz, esposa del recién nombrado Presidente de la República, Lic. Gustavo Díaz Ordaz, acompañada de un grupo de señoras, esposas de los Ministros del Gabinete.  Maria Félix encabezaba la larga lista de actores que estaban contentos que un compañero actor abriera un teatro de su propiedad.  Lo recuerdo como un hecho histórico, con el cual fuimos felices muchas personas.  La ciudad de México adquirió esa noche un espacio teatral donde se han hecho producciones y obras maravillosas.  La realización de este teatro, sí fue hecha, les aseguro, con sangre, sudor y lágrimas y con muchas deudas.  Yo, lo adoro.  Acaba de cumplir 26 años estar trabajando, sosteniendo una fuente de trabajo y pasar buenas, malas y regulares temporadas.


La iniciativa privada en México no construye teatros. El último había sido el de los Insurgentes. Manolo siempre tuvo la ilusión construir uno desde los cimientos, y que funcionase con todos adelantos técnicos para mejorar sus producciones y proporcionar mayores comodidades al público ya los actores.  Desde hacía años sabía lo que quería y con su tenacidad, contando con un crédito bancario y un estupendo arquitecto como nuestro querido amigo Carlos Herrera, el 17 de septiembre de 1975 se pone la primera piedra del Teatro San Rafael, y el 15 de mayo de 1977 se inaugura con la reposición de la comedia musical Mi bella dama. De entonces, es una hermosa fuente de trabajo.


En marzo de 1982 abre junto al Teatro San Rafael un taller para estudiantes de actuación que ha tenido una gran respuesta, llegando a ser insuficiente.  Amplía sus instalaciones y lo convierte en el hermoso Centro Cultural Virginia Fábregas, con un teatro que lleva el nombre de su ilustre abuela y que inaugura el 1o. de marzo 1990 con la comedia musical Sor-presas que encabeza Marga López.

En ese tiempo, en México hubo actores que anunciaron giras por América Latina, semejantes a la que estaba haciendo Manolo.  Desde luego no se hicieron jamás, ni se han hecho.  Para eso hay que tener el romanticismo que él tiene, el espíritu de lucha, el orgullo de saber que se está trabajando para bien de México en el extranjero, el aceptar que lo que se tiene, si se pierde, como es material se va recuperar si se sigue en esto, y si no, no importa: antes que nada está la satisfacción de hacerlo.